
Los seres humanos somos seres sociales por naturaleza y la conexión social es tan necesaria para nosotros como la comida o el agua. Históricamente el aislamiento social se ha valorado en base al contenido familiar, estado civil y el número de amigos. La soledad, por el contrario, es un estado emocional subjetivo que conlleva la percepción de aislamiento social o experiencia de “sentirse solo”. Por lo que uno se puede sentir solo a pesar de estar con compañía o rodeado de otras personas. Cuando las personas carecen de apoyo social y se sienten aisladas, tienen mayor susceptibilidad de sufrir estrés.
Se ha demostrado que la soledad afecta al proceso cognitivo y puede predisponer a la ansiedad. La soledad puede alterar los ritmos circadianos (sueño/vigilia) y provocar alteraciones en la calidad del sueño llevando a la fatiga y mayor irritabilidad.
Los pacientes con Parkinson pueden presentar dificultades para comunicarse por la disfonía (alteraciones en el timbre de la voz), la disartria (alteraciones en la articulación de las palabras), dificultad para expresar los sentimientos en los rostros, lo que puede llevar a malentendidos durante la comunicación no verbal. Por todo esto, incluyendo los temblores y disquinesia, los pacientes con Parkinson pueden sentirse avergonzados al mostrarse en público. Algunos pueden sentir más vergüenza, si cabe, al asistir a un restaurante o reuniones sociales debido al babeo o dificultad para manipular los objetos. También pueden añadirse problemas de vejiga o a nivel intestinal, incluida la incontinencia, lo que implica que necesiten de un baño cercano. Y, por último, la necesidad de utilizar un andador o bastón, o bien requerir pausas para toma la medicación varias veces al día, los problemas de equilibrio, congelación de la marcha o el riesgo de caídas hacen que estos pacientes permanezcan confinados en sus hogares de forma voluntaria. Por otro lado, la apatía y la depresión también pueden contribuir a disminuir la motivación para tener unas funciones sociales normales y frecuentes o para participar activamente en ellas.
No disponemos de mucha información científica sobre el impacto del aislamiento social en pacientes con Parkinson, sin embargo, esta información toma especial importancia ahora en tiempos de pandemia por el COVID-19 o coronavirus, en los que nos vemos obligados a un distanciamiento social.
El objetivo de un nuevo estudio ha sido evaluar si el aislamiento social puede o no agravar los síntomas de Parkinson y la calidad de vida de estos pacientes, mediante entrevistas realizadas a más de mil quinientos pacientes con Parkinson.
Según los resultados de este estudio, la soledad se asocia con mayor gravedad de los síntomas de Parkinson y disminución de la calidad de vida. Esto es de especial importancia en la actualidad y debido a las regulaciones actuales de distanciamiento social asociadas a la pandemia por coronavirus.
Se debe tener en cuenta la posible superposición de los síntomas de la enfermedad de Parkinson como la depresión, la ansiedad, la fatiga, la apatía, etc. y, sobre todo, la soledad, incluso cuando los pacientes están conviviendo con otras personas. Es necesario ayudar a estos pacientes a desarrollar conexiones sociales saludables, incluyendo visitas a domicilio, llamadas telefónicas periódicas, etc.
En tiempos sin pandemia disponíamos de diferentes estrategias y actividades para fomentar el compromiso y las relaciones sociales tales como: baile, yoga, meditación, caminatas en grupo, clases de música y arte, actividades en grupo como club de lectura, cine, etc. Sin embargo, en época de pandemia el distanciamiento social puede empeorar el aislamiento social. El hecho de tener que “refugiarnos en nuestros hogares” puede poner en riesgo a la población más vulnerable y con menor capacidad de participación social y de hacer ejercicio al aire libre.
Intervenciones como grupos de apoyo virtuales, conexiones mediante internet o la posibilidad de participar en una clase de ejercicios virtuales pueden ser una fuente fundamental de conexión humana. Las llamadas telefónicas proactivas de familiares, amigos, otros pacientes, voluntarios o profesionales de la salud, pueden ser útiles para mantener a estos pacientes conectados.
Debemos tener en cuenta que existe un estigma asociado a la soledad y los pacientes pueden ser reacios a pedir ayuda en este ámbito. A los hombres les cuesta más reconocer que se sienten solos y, por lo tanto, no suelen pedir ayuda.
El aislamiento social y la soledad son una preocupación pendiente en nuestra sociedad y ha habido una llamada de atención para resaltar la importancia de este problema de salud pública. La pandemia del COVID-19, por la necesidad de mantener una distancia social, puede aumentar el aislamiento social, disminuir la calidad de vida, la satisfacción social y agravar el curso de la enfermedad de Parkinson.