Las personas con Esclerosis Múltiple padecen con frecuencia de fatiga, un síntoma multidimensional con afectación física, cognitiva y psicosocial que afecta mucho a la calidad de vida. A pesar de su importancia las opciones actuales de tratamiento son limitadas y poco eficaces. Una revisión de la literatura analiza los beneficios de las terapias cognitivas conductuales en el alivio de este síntoma.
A pesar de que los síntomas derivados de la afectación neurológica sensorial o motora son los más característicos de la Esclerosis Múltiple, en los últimos años se está dando cada vez más relevancia a otros qué como la fatiga, pueden afectar hasta un 75-90% de las personas con la enfermedad y que están entre los que impactan más negativamente en la calidad de vida. Esta relevancia creciente de la fatiga coincide con los avances en el estudio de la afectación cognitiva o emocional de la enfermedad. De hecho, las alteraciones psicológicas o psiquiátricas pueden afectar hasta un 95% de los pacientes. En este contexto, no es extraño que los intentos de tratamiento con técnicas psicoterapéuticas estén ganando interés, sobre todo si se tiene en cuenta que no disponemos de tratamientos farmacológicos seguros y eficaces para un problema tan relevante como la fatiga.
El origen de la fatiga en la Esclerosis múltiple está en la propia naturaleza desmielinizante de la enfermedad con la afectación de diversas áreas cerebrales y en factores inmunológicos y otros que pueden ser comunes a las enfermedades autoinmunes. Sobre esta base, los factores emocionales, cognitivos y de comportamiento determinan hasta qué punto la fatiga impacta en la vida diaria.
Algunos comportamientos que se dan entre las personas con Esclerosis Múltiple para paliar la fatiga o gestionar la enfermedad justifican la intervención mediante técnicas de terapia cognitiva o conductual. Entre estos comportamientos que pueden agravar la fatiga en una especie de círculo vicioso están el sobre esfuerzo para superar síntomas de la enfermedad, el descanso y sueño durante el día para evitar la fatiga que lleva a alteraciones del ritmo de vigilia y sueño también perjudiciales, o la autolimitación progresiva para evitar la aparición de los síntomas de fatiga.
Ene las técnicas de terapia cognitiva conductual utilizadas para gestionar mejor la fatiga, se ha producido una evolución en sus fundamentos. Las primeras aproximaciones consistían en terapia conductual dirigida a cambiar determinados comportamientos a partir de experimentar sus consecuencias. Posteriormente se focalizaron en modular las falsa creencias y percepciones. En la «tercera generación», las técnicas de terapia cognitiva conductual combinan varias estrategias (ejercicios de mindfulness, deliteralización, aceptación de pensamientos o creencias indeseados), dirigidas a minimizar los efectos del síntoma modificando el proceso de razonamiento.
Los autores de la revisión de referencia analizaron 14 estudios disponibles hasta la fecha y que que cumplían sus criterios de selección. A pesar de las diferencias notables en la metodología de los estudios analizados, encontraron un consenso a la hora de valorar positivamente los beneficios de las terapias cognitivas conductuales sobre la fatiga, sobre todo a corto plazo. Del análisis también se deduce que la dificultad estriba en mantener el beneficio de estas intervenciones más allá de los 6 – 12 meses, para lo que quizá sea necesario añadir sesiones de seguimiento a la intervención inicial e investigar la combinación de estas técnicas con otras intervenciones que tambien se han mostrado beneficiosas y que pueden actuar sinérgicamente: estimulación cerebral profunda no invasiva, fisioterapia o técnicas de ahorro de energías.