Un alto porcentaje de personas que viven con la enfermedad de Parkinson experimentan caídas a lo largo del curso y progresión de su enfermedad. Estas caídas pueden tener un alto impacto negativo sobre su bienestar y predisponer a otras lesiones y hospitalizaciones.
Las personas con Parkinson tienen casi el doble de probabilidades de sufrir una caída en comparación con personas de su misma edad. Muchas de estas caídas suceden durante las tareas de la vida cotidiana. Más de la mitad de los pacientes de Parkinson que han sufrido una caída repiten. Por lo tanto, las caídas recurrentes son comunes y debilitantes entre las personas con Parkinson.
Además, el miedo a caer puede llevar a algunas personas a restringir sus actividades, lo que a su vez puede reducir la fuerza, el equilibrio y su participación social. Las caídas se asocian a pérdida del automatismo motor.
En algunas personas, el déficit de atención, una alteración de la sensibilidad o cambios en el comportamiento, pueden agravar el deterioro de la función motora. La progresión de la propia enfermedad de Parkinson también puede ir acompañada de deterioro cognitivo, debilidad y fluctuaciones en relación con los medicamentos utilizados en el tratamiento del Parkinson, lo que complica las estrategias para controlar las caídas y otros síntomas.
Se han publicado los resultados de una revisión de la literatura científica para identificar las brechas en la prevención de las caídas en personas con Parkinson.
La congelación de la marcha, la reducción en la velocidad de la marcha, la debilidad, el deterioro cognitivo y el historial de caídas previas, son factores de riesgo de caídas en personas con Parkinson. Estos factores deben incorporarse en las evaluaciones de las visitas periódicas con el médico para identificar posibles riesgos de caída y realizar intervenciones preventivas.
Practicar ejercicios que refuercen el equilibrio y la fuerza muscular puede beneficiar a un subgrupo de personas con Parkinson y requieren de mayor consideración.
A día de hoy es un reto identificar cómo involucrar a los pacientes, familiares y profesionales de la salud en la formación e implementación de tareas para prevenir las caídas. Las barreras de la prevención de caídas ocurren a nivel individual, ambiental, político y del sistema de salud.
En resumen, aliviar de forma efectiva el riesgo de caídas requiere estrategias y objetivos específicos que reduzcan este problema tan frecuente y debilitante entre las personas con Parkinson. Si bien se recomienda ejercicio, necesitamos más investigación sobre qué tipo de ejercicios y como combinarlos para los diferentes grupos de pacientes (pacientes con deterioro cognitivo, con congelación de la marcha, con enfermedad avanzada, etc.).
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